–Muéstramelo, Leandra –le dijo–. Muéstrame lo que deseas. Muéstrame lo que eres ... –Tú primero –dijo ella con la barbilla levantada, y con un tono de desafio–. Siento que he estado dando mucho últimamente, he permitido que me ataras y me tuvieras a tu merced, eso dice mucho ¿ no es así?. Mientras que tú no des mucho durante nuestros encuentros, así que ahora es tu turno. Me toca a mí tenerte a mi merced . Así que desnúdate, esposo mio. Nikos comenzó a desabrocharse la camisa muy lentamente sin apartar los ojos de su mujer, tratando de leer sus expresiones, después los pantalones, y finalmente se quedó desnudo ante ella. Temblando, no de miedo sino de excitación. Estaba a su merced y no se arrepentía de ello, ver cómo el deseo despertaba en los ojos de su mujer , valia la pena resivir sus ordenes. Leandra se aproximó lentamente, con fuego en los ojos, Nikos era hermoso, estiró el brazo, puso la mano sobre su torso desnudo y clavó las uñas en su piel, de manera muy suave para ir
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