Todos los capítulos de Casada con el futuro rey de Gales: Capítulo 81 - Capítulo 90
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81. Propuesta
—No, no hay heredero —respondió Rhys con firmeza, disipando rumores antes de que se convirtieran en otro escándalo. —Pero esas son consideraciones personales que no deben discutirse en este consejo.Un murmullo incómodo se extendió entre los consejeros, algunos mirando a Rhys con respeto por su honestidad, otros con desdén por lo que consideraban una debilidad sentimental que no correspondía a un gobernante.—Debemos, entonces, proceder a evaluar las opciones para mantener la estabilidad del trono. Si el príncipe Jeston va ser llamado, esto no solo resolverá la cuestión de la sucesión, sino que también demostrará la firmeza de nuestras leyes y la continuidad del linaje real —argumentó un anciano consejero, intentando reorientar la discusión hacia una solución pragmática.Rhys escuchó, su rostro mostraba una calma externa mientras que internamente luchaba con la frustración y la ira. Sabía que desafiar abiertamente a su madre y al consejo podría tener consecuencias desastrosas, pero no
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82. Mara y Lisa
EN NUEVA YORKAl otro lado del mundo, Mara y Lisa se encontraban en el acogedor salón de su apartamento compartido, sumergidas en una conversación despreocupada. La luz del atardecer se filtraba a través de las ventanas, iluminando la pequeña habitación.De repente, el sonido de una notificación interrumpió la charla. Lisa, siempre atenta a las últimas noticias, sacó su celular y abrió la página web de un conocido periódico. Sus ojos recorrieron rápidamente el encabezado, y su expresión se transformó de curiosidad a sorpresa total.—¡No puede ser!, —exclamó, mientras deslizaba frenéticamente la pantalla para absorber cada detalle del artículo.Mara, intrigada por la reacción de su amiga, se acercó preocupada.—¿Qué pasa, Lisa? ¿Todo bien?—, preguntó, intentando leer sobre el hombro de Lisa.Pero antes de que pudiera discernir una sola palabra, Lisa, con los ojos desorbitados, le pasó el celular.—¡Mira esto, Mara! No lo vas a creer.Lo que vieron las dejó sin aliento. Allí, en la bril
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83. ¿Cuánto tiempo?
Ya no o había más opciones para la reina. Su última arma en esta batalla de poder, era la princesa Gisal. Crystin sabía que para mantener su reino a salvo, debía actuar con rapidez y utilizar a la princesa era una pieza clave de peligro en ese juego que ella había formado.Con movimientos rápidos y precisos, la dama de la reina tomó el teléfono y marcó el número en la lejana ciudad de Abergavenny. La princesa Gisal, quien se encontraba junto a su hermano el príncipe Jeston.—¿Qué ha pasando? —preguntó Gisal cuando respondió.La dama Trina, le dejo dicho a la princesa que la reina Crystin deseaba hablar con ella urgentemente. En cuanto avisó, de inmediato le entrego la bocina de teléfono a la reina.—Gisal —la llamó la reina.—Díganme, majestad, ¿qué desea?Era la manera que estaba acostumbrada y que le gustaba que se dirigieran a ella, sin tener que estarles recordando que le debían respeto y lealtad.—Mi príncipe estará en camino mañana, irá a ver a tu hermano —le informó la reina. —
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84. Llamada, ¿se repite?
A la mañana siguiente, mientras Rhys se dirigía a Abergavenny, Anastasia visitó el orfanato local, para hacerse cargo de sus deberes. Los niños y el personal la recibieron con gran entusiasmo, su presencia era cómo una luz de esperanza para muchos de ellos. Mientras tanto, Rhys llegaba a su destino, donde lo esperaba una reunión con el consejo y el príncipe Jeston. La discusión se centró en asuntos críticos del estado, incluyendo planes de contingencia que podían alterar la línea de sucesión si la situación seguía siendo la misma.Las horas pasaban, y cada decisión tomada en Abergavenny resonaba a través del reino, mientras por su parte, Gisal, estaba preparando todo para su plan. ¿Caerá el príncipe en sus garras?Ya en palacio, Anastasia se aferraba a la promesa que Rhys le había hecho, así que cuando cayó la noche, se quedó cerca del teléfono para esperar su llamada. Anastasia sentada en el estudio del príncipe, mira a fijamente aquel aparato, esperando a que timbrara con una llamad
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85. Reencuentro entre amigas
Mara y Lisa se giraron al escuchar sus pasos, ambas mostrando una expresión de preocupación mezclada con alivio al ver a Anastasia. Pero las dos se quedaron unos segundos largos observando a su amiga.Anastasia parecía otra, irreconocible para ellas. Sabían que era ella, pues no es que se haya hecho una cirujía plástica de rostro, ese seguía tal cual, pero su apariencia, su vestimenta y esa postura de dama fina, era lo inusual en Anastasia.Mara, siempre la más directa de las dos, reaccionó después de evaluar a su amiga y se adelantó con los brazos abiertos y la abrazó fuertemente.—Estábamos tan preocupadas por ti, —murmuró Mara, su voz temblorosa—. Hemos oído rumores sobre ti y necesitábamos asegurarnos de que estabas bien.Anastasia se sintió momentáneamente desorientada, aún afectada por la tensión de la llamada anterior donde oía la voz de Gisal en vez de la de su esposo. Pero finalmente, ella también reaccionó y recibió ese agradable abrazo, la presencia de sus amigas la reconf
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86. ¿Y si te pusieron algo en la bebida?
Anastasia se encogió de hombros, intentando disimular el tumulto de emociones que la consumía, y trató de sonreír a sus amigas, aunque más no fuese una mueca forzada.—No es como piensan, realmente todo ha sido una suerte de malentendido mezclado con… circunstancias extraordinarias —explicó, aunque sabía que su respuesta sonaba vaga y posiblemente insatisfactoria.—Circunstancias extraordinarias no te convierten en princesa de la noche a la mañana, Ana —respondió Mara, cruzándose de brazos y mirándola con una mezcla de escepticismo y preocupación—. ¿Qué pasó realmente? No estamos aquí para juzgarte, solo queremos entender.Anastasia suspiró, consciente de que debía más explicaciones a sus amigas. Era justo; después de todo, las había dejado atrás sin una palabra, aunque tampoco había sido completamente su culpa.Después de que las tres se sentaran, Anastasia les narró lo sucedido desde el principio hasta el presente, aunque deliberadamente omitió ciertos detalles.—¿Podríamos seguir c
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87. ¿Sería capaz?
Mientras Anastasia luchaba con la tormenta de dudas y temores que amenazaban con mantenerla abrumada, Mara tomó la palabra con una determinación férrea, sacudiendo el ambiente con su urgencia.—Anastasia, esto no es un juego. Todo lo que nos has contado y con la información que conseguimos, me doy cuenta de que tu ida anterior, en definitiva, no es nada comparada con la de ahora, esto sí es complicado y para preocuparse. También estamos hablando de tu futuro. ¿Qué más ha estado pasando? Me imagino que no solamente son los rumores, hay más cosas.Los ojos de Anastasia se llenaron de lágrimas; sin embargo, se esforzó para mantenerlas ahí. El peso de esa corona era demasiado, tantas culpas, tantas mentiras, secretos, dudas que todavía no se podían aclarar. Por supuesto que ser parte de una monarquía, no era tarea fácil, no solamente se tenía que cargar con asuntos importantes del país y con reglamentos, que para Anastasia eran casi absurdos, debía lidiar con personas que querían verla ca
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88. ¿Se volvió a repetir?
Rhys se despertó desorientado, un zumbido persistente retumbó en su cabeza, como el eco de un grito lejano que se negaba a desvanecerse. Al abrir los ojos, la habitación parecía girar a su alrededor, pero todo era borroso para él. Le tomó unos segundos enfocar la vista y reconocer el lugar donde se encontraba. Un ligero pánico le picoteó el estómago al darse cuenta de que había pasado la noche en otra habitación en vez de la que le habían asignado cuando llego allí.¿Cómo había llegado allí?Lo último que recordaba era la cena con los miembros del consejo, Jeston estuvo entre ellos. La habitación comenzó a cobrar sentido, un vago recuerdo de terciopelo y perfume suave se coló en su mente; era el dormitorio de la princesa Gisal. ¿Sabría ella que él estaba allí? ¿Qué había sucedido después de la cena?Con un esfuerzo, intentó sacar las piernas de entre las sábanas, pero un mareo lo asaltó, obligándolo a quedarse sentado. Llevó ambas manos a su rostro, frotándose los ojos mientras tratab
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89. ¡Muéstrame pruebas!
Buscó alguna señal que negara lo que su cuerpo parecía contarle, pero el vacío era aterrador. El zumbido en su cabeza ahora era un grito, uno que lo instaba a encontrar respuestas. No solo por él, sino por Anastasia, quien confiaba en él más de lo que nadie jamás lo había hecho.¿Cómo podría mirarla a los ojos después de esto? Su corazón se aceleraba, el pánico se adueñaba de él, transformando su confusión.Comenzó a buscar su ropa desesperadamente, revolviendo el dormitorio como un tornado. Gisal observaba, su actuación de dolor desplazada por un destello de triunfo en sus ojos. Ella sabía que jugaba con fuego, más sin embargo no le importaba dañar un matrimonio o que víctima fuera el príncipe, era más el resentimiento y el rechazo que sentía, que cualquier otra cosa.—¡Dime qué pasó, Gisal! —exigió Rhys esta vez con tono más alta y con un fuego nuevo en los ojos. La urgencia en su voz llenaba el espacio, cada palabra cargada de un peso que Gisal no esperaba.—Oh, mi querido príncipe
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90. Amenaza
Sintió cómo el aire se comprimía en su pecho, una mezcla de incredulidad y asombro se apoderaba de él. La grabación se detuvo abruptamente, pero eso era suficiente para sumirlo en un torbellino de dudas y autodesprecio.No podía entender cómo su voz, claramente intoxicada y confundida, se había comprometido en algo tan traicionero. No era él, no en su mente clara y lúcida. Algo debía haber alterado su percepción esa noche.—No es posible... esto... esto tiene que ser un engaño —balbuceó, buscando desesperadamente una explicación lógica a la irracionalidad de la situación.Gisal lo miró fijamente, un brillo de satisfacción en sus ojos. Se cruzó de brazos, la sombra de una sonrisa jugando en sus labios.—Dime, Rhys, ¿realmente crees que alguien podría fabricar algo así? Es tu voz, tus palabras, tu deseo. Acepta que fuiste débil, que me deseabas tanto o más que yo a ti.—Eso no es verdad —Rhys se aferró a su convicción, su voz se endureció a pesar de la incertidumbre que lo carcomía—. Es
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