Al salir de la habitación, Santiago acaricia el cabello de mi pequeña, se ha quedado dormida y está apoyada en su brazo. Estaba levantada desde mucho antes de salir el sol y es de suponer sé que sus baterías se apagaran. Ese momento lo capturó con mi teléfono, y me acercó, sus ojos nada más la miran con devoción, aún sin poder creer que es real.—Sahi, es una niña hermosa. Y sus ojos, son... Joder, no tengo palabras — musitó, sin dejar de mirarla.—Aisha, es un milagro. Mi milagro nació siendo una bebé normal, bueno, es normal. Hasta su cabello era como el mío, — le explicó y me acerco a llevarla en mis brazos, para su habitación —, y sus ojos, de un azul muy brillante, pero al cumplir los seis meses, estuvimos de doctor en doctor, sus ojos cambiaron a Violetas y su cabello se fue tiñendo de naranja cobrizo, el último doctor que la atendió y ha sido su médico desde entonces, nos informó que es unos de los casos que poco se ven en la actualidad, Aisha nació con el síndrome de Alejandrí
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