―¿Quieres que cuelgue, y te marque al rato? ―No, tranquila, ya casi entro al garaje. ¿Dónde estás? Te oyes bastante lejano. ―¡Y sí que lo estoy!, ¿a qué no adivinas dónde estoy? ―digo emocionada. Camino hacia la ventana echando un vistazo afuera donde Eliot ya no habla por teléfono y si con Ferran. Me alejo y vuelvo al interior sentándome en un cómodo sillón. ―Vamos cuéntame que me tienes en ascuas ―dice Mar apurándome y yo vuelvo a concentrarme con ella. ―Bueno, no me lo vas a creer, pero la razón de que te cancelara es porque estoy fuera del país con Eliot y Ferran. Así tal cual como lo digo. ―¿Hablas en serio? Eso es super, ¿y en dónde estás? ―pregunta, pero no se le oye eufórica. Quien la entiende. Me rezó para que consiguiera un marido millonario y ahora que tengo dos y me voy de viaje con ellos a un paraíso soñado, no parece muy feliz. Algo debe pasarle para esa falta de euforia que no es propio de
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