Días después, Mark se ha recuperado del disparo en la pierna, que le propino Ítalo. Ahora se encuentra en la mansión con su pequeño en brazos, Gianna lo sigue mirando con recelo desde que llegó.—Mamá, ¿por qué me miras así, con esa cara de loca?—Respeta, no te doy tu merecido, solo porque tienes cargado a mi nieto, ¿dónde andabas metido? ¿Cuándo vas a dejar esa miserable vida? Yo no me trago ese cuento que estabas de viaje, algo te pasó, hasta estás caminado raro, no me digas que te dispararon.—Es suficiente mamá, Helen te puede oír.—Helen es muy retraída, también una tonta que se cree todo lo que le dices, pero yo tengo capacidad de discernimiento. Así que habla Mark—lo amenaza y rápidamente entra Helen con el biberón del niño.—¿Van a seguir ustedes peleando? Ya es hora que se comporten, como madre e hijo—señala Helen.—Yo mejor me voy, veo a Mark y me provoca caerle a palo.—¿Ahora qué le pasa a tu madre?—No le hagas caso, ya sabes cómo es de amargada.—De seguro, está molesta
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