En cambio, Paolo sentía ganas de romperle la cabeza a Mateo, poco le importaba que la esposa le tirara esa sortija a la cara, si total, la relación entre ellos había terminado hace días cuando él le dijo no quererla más, y abandonó la casa.—¡Suelta a mi mujer, muérgano! — exigió con tono violento y
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