—Pedro, no me trates así. Tú me prometiste que cuidarías de mí. Pedro...Pedro permaneció sentado, mientras Marta seguía arrastrando a Anna y estrellándola contra el borde de la cama. —¡Maldita perra, ¡devuélveme a mi hijo!—¡Basta!Justo cuando Anna estaba a punto de perder el conocimiento, Javier, sentado en una silla de ruedas, fue empujado rápidamente hacia adentro.—¡Suelta a Anna! Marta, tú loca desagradecida, ¡detente ahora mismo!Al ver a Javier, Marta soltó a Anna y se abalanzó sobre él, con los ojos inyectados en sangre. —¡Viejo cerdo! Es culpa de esa perra que criaste que mi hijo murió, ¡y ahora tú también pagarás!Aunque Marta era rápida, no logró tocar a Javier, ya que dos personas a sus lados la sujetaron de los brazos.—¡Maldito hijo de puta, que se pudran todos ustedes! —Marta gritaba y forcejeaba mientras la maldecía.—¡Sáquenla de aquí!Tan pronto como Javier dio la orden, sus hombres llevaron a Marta a la puerta, pero fueron detenidos por dos guardias fornidos.Esos
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