Manuel sabía que el ánimo de Pedro estaba por los suelos. Por eso, prefirió no provocarlo más.Tomando una copa de vino, Manuel se acercó y se sentó junto a Pedro.—Hermano Pedro, ¿por qué aceptaste el divorcio? ¿No dijiste que preferías que ella te odiara con tal de tenerla a tu lado?Pedro levantó su copa, el gesto aún adusto. —¿Retenerla? ¡Hay más mujeres en este mundo que sólo ella! Antes sólo quería darle una lección, nada más.Manuel calló, sin replicar.Total, el matrimonio ya se había disuelto, que Pedro dijera lo que quisiera.Tras una pausa, volvió a preguntar: —Hermano Pedro, si ya le diste su escarmiento, ¿por qué luces tan disgustado? Deberías estar satisfecho.Pedro dio un trago a su copa, sin responder.Manuel insistió, con cierta sorna: —Hermano Pedro, en este mundo hay más mujeres que sólo tu esposa, y más hombres que sólo tú. Si no la retienes, seguro que otro...Antes de que pudiera terminar de hablar, Manuel soltó un gemido.Pedro le asestó una fuerte patada en la r
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