La mente de Mateo era un caos, en la que un sector insultaba a Baltazar por ser tan irresponsable por solo desaparecer cuando Delfi ya estaba en fecha de parto, y otro sector buscaba frenéticamente con la mirada a Elizabeth, pero pronto se desconectó de todo ello, en el mismo instante que Delfina estaba siendo llevada a una habitación y esta lo llamo.— Papá, no me dejes sola.En los ojos color chocolate de la joven, Teo pudo ver que no fue un error, la forma en que lo llamo, Delfina lo veía igual que lo hacia Nazareno, Bautista, y todos, Delfina lo veía con el amor que solo se le puede tener a un buen padre.— No te dejare, aquí esta papá. — aseguro tomando su mano y dejando que la joven enterrara sus uñas en su palma. — Ponle algo para que ya no le duela. — exigió con voz potente, pero aun así sin gritar, sabia que debía mantener la calma, ahora era el lugar seguro de Delfina no podía fallar.— Eso tratamos de hacer, por favor, salga a si le colocamos la anestesia…— No dejare a mi
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