Todos los capítulos de ¡Mi hija adoptiva ahora es mi esposa!: Capítulo 91 - Capítulo 100
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91. Era una persona especial
El cielo estaba encapotado, reflejando la solemnidad que envolvía el corazón de quienes la amaban a Sophie. Emma, la mejor amiga de Sophie, llegó al lugar con el corazón pesado de tristeza. A su lado, Robert, su prometido y hombre de confianza de Michael, la acompañaba con gesto serio, su mirada reflejando el dolor que compartían por la muerte de la joven y esos dos pequeños que no habían llegado a nacer.Michael se encontraban junto a ellos, la ausencia física de Sophie pesando como una losa sobre sus corazones. El entierro, sin el cuerpo de Sophie encontrado, era un acto simbólico de despedida, una ceremonia marcada por la dolorosa falta de cierre.Emma se acercó al borde de la tumba, tenía un enorme peso en el corazón y las manos temblorosas, mientras depositaba una corona de flores sobre la tierra fresca, un tributo silencioso a la amiga que ya no estaba. ― Recuerdo cuando pasábamos las horas en los jardines del internado, tú y yo contra el mundo. Eras la luz en mis días oscuros
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92. ¿Qué están tramando?
Emma notó la forma en que Laura y la secretaría de Michael hablaban entre susurros, sus expresiones estaban cargadas de una tensión apenas disimulada. Con cautela, se acercó a ellas, sintiendo la urgencia de descubrir el misterio que se ocultaba tras sus palabras. ― Robert, ve a ver cómo está Michael, por favor ―dijo Emma con tono preocupado, indicándole con un gesto que se dirigiera hacia donde estaba su amigo — Creo que no se siente bien.Robert asintió, bien lo había notado pero no quiso dejarla sola aun así cuando se lo pidió y le dio la excusa que necesitaba y se encaminó hacia Michael, quien se había metido en la parte trasera del coche para desaparecer de la vista de todos.Mientras tanto, Emma se acercó a Laura y a la secretaría, su determinación era palpable en cada paso que daba, dispuesta a descubrir la verdad sin importar las consecuencias.— ¿Ilusiones? ¿De que estas hablando,Laura?— preguntó Emma quien había llegado hasta ellas sin que se dieran cuenta.— ¿Nunca le han
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93. Tranquila. Los bebés están bien.
Sophie y James se encontraban en el bullicioso aeropuerto, rodeados por el trajín característico de los viajeros y el sonido constante de anuncios y conversaciones. Sophie sostenía con ternura a los dos pequeños en brazos, mientras que James observaba el flujo de personas a su alrededor, sabía que debía salir cuanto antes de ese país, pero hasta que no lo hiciera tendría miedo de ser encontrados y que todo su plan fallara.― James, ¿estás seguro de que es correcto viajar tan pronto? Los bebés son tan pequeños, apenas han llegado al mundo ―dijo Sophie sintiendo que no sería para ellos bueno un vuelo tan lejano y sobre todo había algo que la aferraba a ese país algo que no la dejaba marcharse de ahí.Sabía que era pero su corazón se encogía solo de pensar en dejar ese lugar porque no conocía nada más podía ser que hubiera tenido una vida antes pero en ese instante ella era una persona que no recordaba nada y le costaba dejar las pocas cosas que conocía.― cuidados y viajarán cómodos. I
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94. Michael, necesitamos hablar
Michael miraba a su alrededor, el estudio en el que se refugiaba. Había cambiado mucho en los últimos meses, estaba lleno de retratos de Sophie y él juntos, también tenía un marco con una combinación de ultrasonidos de los bebés .Ni siquiera en el estudio estaba a salvo de sus demonios, cada rincón de la casa le recordaba a Sophie, su risa, su perfume, la calidez de su abrazo. Pero ahora todo eso se había ido, dejando un vacío que no sabía cómo llenar.Con el corazón oprimido y la mente en un torbellino de pensamientos contradictorios, se dejó caer en el sofá. Sintió la frialdad del cuero contra la piel del mueble, un reflejo perfecto de la soledad que ahora lo envolvía, solo quedaba frío.La tarde se volvió noche, y las estrellas, tímidas, comenzaron a asomarse en el cielo encapotado. En el interior de la lujosa residencia. Michael, sumido en la única compañía que le brindaba el alcohol, buscaba infructuosamente refugio del torbellino de emociones que lo asaltaban.La elegante botell
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95. La ropa interior también.
El primer impulso de Michael, en cuanto sintió los labios de Laura sobre los suyos, fue apartarla, mandarla muy lejos. No quería a ninguna otra mujer que no fuera Sophie, pero lo cierto era que ella había huido de él, lo había dejado sin dar explicaciones y probablemente estaba muerta.Se separó por un momento de su socia, mirándola a los ojos. Su mirada estaba cargada de furia, pero su entrepierna estaba dura, no tanto por excitación sexual, sino por la posibilidad de desahogar su frustración. Pensaba en cómo podría castigarla, como le gustaría hacerlo con Sophie, por atreverse a ponerse el vestido de su esposa, por esa grabación falsa que había destrozado el corazón de Sophie en el pasado y, sobre todo, por hacerlo ceder.— ¿Quieres volver a tener mi polla dentro de ti?Preguntó él con frialdad y arrogancia mientras daba un paso atrás y la observaba.Ella asintió, consciente de que había ganado cuando lo vio empezar a quitase la corbata.— Desnúdate, completamente Laura, la ropa de
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96. Apriétame los dedos.
Laura se mordía incansablemente el labio para no gemir, no podía permitirse hacerlo porque no quería renunciar a sentirlo poseerla, había estado tan celosa todo esos meses sin Michael, casi un año, viéndolo darle a otra mujer todo lo que ella merecía y siempre había deseado.Había sido su amante durante prácticamente dos décadas, siempre lo vio salir con otras mujeres pero a ninguna le daba importancia, ella siempre era la que lo acompañaba a fiestas y actos sociales, algo así como la principal, sin llegar a ser pareja, pero tenia suficiente con que ninguna estuviera por encima de ella, simplemente habia asumido que él era asi.Cuando Sophie apareció todo cambio, unos meses antes Michael se marchó de viaje de negocios a otro país y la siguiente vez que lo vio en esa fiesta, se había casado con la copia exacta de Marie, su amor de la adolescencia y del que jamás se había olvidado.Ahora por fin la había sacado del medio y estaba ahí, mordiéndose el labio hasta hacerlo sangrar y dejando
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97. Bienvenida a casa, señora Aurora.
La llegada a la mansión de James y Sophie en Escocia marcó un nuevo capítulo en sus vidas. El imponente edificio se alzaba majestuoso entre los verdes paisajes escoceses, creando una atmósfera de misterio, más que buena mansión parecía un antiguo castillo. El chofer detuvo el automóvil frente a las enormes puertas de hierro forjado, y James ayudó a Sophie a bajar con delicadeza, sosteniendo a los pequeños en sus brazos.Sophie, aún desconcertada por la amnesia que la perseguía, observó la mansión con asombro. Las piedras centenarias parecían susurrar historias de tiempos pasados, mientras las enredaderas trepaban por las paredes, dándole un aire de cuento de hadas a la imponente residencia.James guió a Sophie hacia la entrada principal, donde la puerta de madera maciza se abrió, revelando un interior que combinaba la opulencia con el encanto clásico. Sophie inhaló el aroma a madera antigua y cera pulida, sintiéndose envuelta por la calidez de su nuevo hogar.En el vestíbulo, un mayor
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98.Sabes que no estoy jugando.
James observó a Shirley alejarse con furia en los ojos, y la rabia se apoderó de él. Sabía que no podía permitir que esa mujer pusiera en peligro su relación con Sophie. Con paso decidido, se apresuró tras ella, para detenerla antes de que pudiera hacer algo impulsivo o que destruyera sus planes.Cuando alcanzó a Shirley en el pasillo, la agarró del brazo con firmeza, deteniendo su escape. La mirada de James ardía con una intensidad clavándose en los hermosos ojos de su amante de un modo que la hizo estremecer, pero no de excitación como otras veces, si no de furia.― No lo hagas, Shirley Shirley abrió la boca para responderle pero antes de que pudiera reaccionar, James la sujetó del cuello y la acorraló contra la pared más cercana, apretando lo suficiente como para que no fuera capaz de pronunciar una sola palabra.― Escúchame bien, Shirley. No puedes interferir en mi vida — Advirtió James — lo que tengo entre manos, está por encima de todo, por encima de ti y por encima de cualqui
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99.Me haré pasar por la niñera.
Horas después, Shirley salió del estudio, con la mente todavía revuelta por todo lo que James le había revelado. Se sentía intrigada y, a la vez, incómoda por el papel que estaba a punto de desempeñar. Tendría que aguantar muchas atenciones del hombre con el que llevaba años a otra mujer y aceptarlas con una sonrisa, aunque tenía un plan para sacarse a la tal aurora del medio.Sin embargo, entendía las razones de James y estaba dispuesta a colaborar, a su manera.— Entiendo todo, James. Comprendo tus razones — empezó a hablar decidida a hacer lo que fuera necesario para ayudarlo —Me haré pasar por la niñera de esos bebés y estaré a tu lado en esto.James asintió con satisfacción, mostrando un destello de agradecimiento en su mirada.— Bien, ve a cambiarte. Usa ropa sobria y recoge tu cabello. Debes parecer una niñera bien preparada. Te veré en la cena para presentarte a Aurora.Shirley asintió, reprimiendo cualquier rastro de disgusto o duda que pudiera sentir. Estaba comprometida co
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100. ¿Qué demonios estás haciendo, Michael?
Michael despertó aturdido, con la cabeza latiéndole como si un tambor tocara un ritmo constante en su mente. Abrió los ojos lentamente, solo para cerrarlos de inmediato ante la luz que penetraba por las cortinas entreabiertas. Se encontraba en el sofá de su estudio, con la memoria emborronada y el sabor amargo de la resaca inundando su boca.Con un gemido de dolor, se llevó una mano a la frente, tratando de contener la jaqueca que martilleaba su cabeza. Las imágenes de la noche anterior comenzaron a desfilar frente a sus ojos cerrados, fragmentadas y confusas, como piezas de un rompecabezas que no encajaban del todo.Recordaba los tragos de más y lo que había sucedido con Laura. Se reprochaba a sí mismo haberse dejado llevar por la corriente del alcohol una vez más, ahogando sus penas en cada sorbo de whisky y por haber cedido al impulso sexual con Laura.Con un esfuerzo, se puso en pie, sintiendo cada músculo quejarse por el abuso de la noche anterior. La luz del día filtrándose por
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