Ella empujó a ese hombre, pero toda lucha era inútil. —¡Tú eres mía, Marbella! He esperado tanto por ti, he hecho lo indecible por ti, por tenerte, ¿Por qué me pagas así? —exclamó Marbella le escupió en la cara. —¡Te odio, me das asco! Nunca te he amado, nunca te amaré, solo me das rabia, solo te odio con toda mi alma por arruinar mi felicidad, deseo tu muerte, solo eso me causas. Los ojos de Bryce se quedaron perplejos, abiertos, tan grandes, sintiendo el dolor de esas palabras que para él era como puñales directos a su corazón, levantó la mano, y abofeteó su rostro. Ella chilló, luego rio de él. Bryce limpió su cara con su mano, pero su risa lo desconcertó. —¿Crees que alguien va a amar a un bastardo como tú? Solo sabes dañar a todo lo que no puedes tener, y luego lo llamas amor, pobre Bryce, estás acabado y no te das cuenta. —¡Ya basta, Marbella! —gritó cubriendo su boca—. Yo te amo, te adoro con mi alma, puedo darte el mundo entero, pero no me trates así, no te das cuenta d
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