La punta de su zapato se movió y hubo un crujido, ¡los huesos de la mano de Fabiola se quebraron!—Fabiola— volvió a gritar de dolor. Ya debilitada, parecía estar al borde de la muerte.—¡Te mereces morir por insultarla!— dijo Andrés, con una mueca en sus labios, aumentando la fuerza de su pisotón.Fabiola ya no podía emitir sonido alguno, yacía en el suelo, completamente cubierta de sangre.—¿Crees que lo he olvidado?— dijo Andrés, y en ese momento, el rostro de Fabiola palideció, parecía un cadáver viviente.Al ver esto, Ana intervino, suplicando por Fabiola: —Andrés, esto es la mansión. Hacer esto aquí es un grave delito. ¿Realmente necesitas llevar esto al extremo? Por favor, por el bien de mi madre, perdona a Fabiola. Ella ya sabe que se equivocó. Por favor, muestra misericordia.Al escuchar las súplicas de Ana, Andrés arqueó una ceja.—¿Misericordia?— se burló. Ana asintió repetidamente, —¡Sí, sí!Sus palabras fueron sarcásticas y lentas: —Entonces, ¿has mostrado alguna vez m
Leer más