—Si no tienes nada que hacer, puedes salir, presidenta Dolores. Tengo mucho trabajo y no estoy tan ociosa como tú. —¡Cómo!Deva salió de la oficina enojada, pero Eliana sabía muy bien que ella no se rendiría tan fácilmente. Efectivamente, hubo otra llamada en la puerta poco después. —Entra. Entraron dos empleadas.—Señorita Dolores, la presidenta nos ha nombrado sus asistentes. «¿Señorita? ¿Por qué no me llaman directora», pensó Eliana sobre el trato distinto.—No necesito asistentes. Podéis salir.—Pero señorita, acaba de ser un miembro de la empresa, así que será mejor que le ayudemos en el cargo. —Por favor, llamadme directora—Directora, esto es lo que nos mandó la presidenta. —otra empleada arrugó el ceño con impaciencia, como si estuviera muy reacia.Eran los peones de Deva. Si las expulsara, encontraría más formas de interrumpir sus planes. Era más fácil lidiar con los enemigos que permanecían a la intemperie que con los que acechaban en las sombras. —Bueno, ya que insist
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