—Vamos, nena, vamos... calma, no pasa nada... —murmuró en su oído llevándola hacia el interior de la casa. La sentó en la biblioteca, en uno de los sofás frente a la enorme chimenea y Amelie trató de limpiarse las lágrimas. —Lo siento, yo... no quería que esto sucediera —susurró—. No quería que te
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