—¿Por favor, papi, puede quedarse? —le suplicó la niña y Nathan asintió. —Hoy es tu día, mi amor, nosotros somos tus invitados. ¿Vamos? Les hizo una señal amable y Sophia se prendió de la mano de Amelie para subir al restaurante, donde el abuelo King recibió a las dos chicas nada menos que con un
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