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UN FISCAL FUERA DE LA LEY.
UN FISCAL FUERA DE LA LEY.Elara entró al piso ejecutivo con paso decidido, pero su semblante cambió al ser recibida por la sonrisa cálida de Margarita.―¡Señora, no esperaba verla por aquí! ―exclamó la secretaria.Elara le devolvió el gesto con un abrazo y se rio―No tienes que llamarme, señora, soy Elara.―No, no debo, usted… ―comenzó a objetar Margarita, pero Elara la interrumpió con gentileza.―Sigo siendo Elara, Margarita, no seas tan formal conmigo.La mujer tomó sus manos y su mirada reflejaba genuina alegría.―Estoy muy feliz de que Nathaniel y tú estén casados, y más que él te dé el lugar que corresponde. Juntos son la pareja perfecta.―¿Lo crees? ―preguntó Elara, una mezcla de duda y esperanza en su voz.―Estoy segura, mi niña. ―afirmó Margarita con convicción. ―Él jamás se había visto tan feliz, bueno, hoy estuvo un poco molesto. Si estás esperando verlo, te informo que no está. ―continuó Margarita con un cambio en el tono de su voz. ―Surgió un problema en las plantas.Esto
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EL PRINCIPIO DE LA CAÍDA.
EL PRINCIPIO DE LA CAÍDA. Cuando Nathaniel llegó a la empresa, encontró a Elara conversando alegremente con Margarita. Su expresión cambió al instante al verla. ―¿Por qué no me llamaste? ―preguntó, inclinándose para darle un beso. ―No quería molestarte, escuché que las cosas no están bien por aquí. ―respondió Elara suavemente. Él suspiró y le acarició la mejilla con ternura. ―No te preocupes, voy a resolverlo. Margarita, que los había estado observando con una sonrisa, se apresuró a retirarse con una excusa. ―Yo tengo que buscar unas copias. Elara, me encantó verte. ―dijo antes de salir. Una vez solos, Nathaniel y Elara entraron a la oficina y, tan pronto como la puerta se cerró, el CEO ya tenía sus manos sobre su esposa. Elara soltó una risita y rodeó su cuello con sus brazos. ―¿Aún estás molesta conmigo? ―preguntó, acariciándole el vientre. Elara lo miró fijamente a los ojos y le resultó imposible mantenerse enojada. ―No, ya no estoy enojada. Pero sigo pensando que no debi
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LA REBELDE MARIAM.
LA REBELDE MARIAM. Zayd se encontraba en la penumbra de su despacho, estaba listo para el merecido descanso en la tranquilidad de su departamento, cuando su teléfono móvil irrumpió en vibraciones insistentes sobre el escritorio de caoba. Con un suspiro resignado, Zayd contestó la llamada sin apartar la vista de la pantalla del ordenador. —¿Qué pasa, Fahid? —preguntó con un tono que no disimulaba su deseo de brevedad. —Esto no le va a gustar, señor —la voz de Fahid, su mano derecha en asuntos delicados sonaba entrecortada y tensa. La ceja de Zayd se alzó, un gesto que presagiaba la tormenta que se avecinaba. Su voz se endureció mientras ordenaba. —Di lo que tengas que decir. No des tantos rodeos. Hubo una pausa, y Zayd pudo imaginar a Fahid al otro lado de la línea, tragando saliva, buscando la forma de transmitir la noticia. —Es... es la señorita Mariam, ella... ―¿Mariam? ¿Dijiste Mariam? ¿Qué demonios está haciendo ella en este país? —la voz de Zayd subió de tono, una mezcla
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SENTIMIENTOS ESCONDIDOS.
SENTIMIENTOS ESCONDIDOS. En el club, Zayd se iba ya por la segunda botella, su mente atormentada por el eco de las palabras de Mariam. «¡No voy a casarme contigo!», resonaba una y otra vez, cada repetición clavándose en su pecho como un puñal que se retorcía con la imagen de ella y el americano sonriendo, disfrutando. La duda sobre si Fahid habría cumplido su encargo y dejado a Mariam en el hotel lo carcomía. Sacó su teléfono y marcó el número de su subordinado, pero colgó antes de que la llamada conectara. «¿Por qué me importa? ¿No es lo que quería? ¿Desligarme de ella?», se preguntó. Se obligó a pensar en Jade, la verdadera mujer que amaba y a la que había tenido que renunciar por los caprichos de Mariam, pero su mente traicionera seguía arrastrándolo hacia ella, hacía pensamientos que no quería tener con ella. —¡Maldita sea! —exclamó golpeando la mesa, mientras se servía otro trago. Fue entonces cuando una mujer se acercó a su mesa. ―¿Un mal día, guapo? ―Su cabello castaño l
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ESTRATEGIA OCULTA.
ESTRATEGIA OCULTA. El sol se filtraba a través de las cortinas, bañando la habitación con una luz cálida que acariciaba el rostro de Zayd. Con un parpadeo lento, sus ojos intentaron enfocar el entorno desconocido mientras una punzada de dolor le golpeaba la cabeza. Se irguió con un movimiento brusco, y la sábana se deslizó por su torso desnudo, revelando las marcas de una noche salvaje. Los recuerdos de la noche anterior eran borrosos y escasos; tan solo fragmentos de una discusión intensa con Mariam y la decisión impulsiva de ahogar sus penas en alcohol en algún club de la ciudad. ―Joder, mi cabeza. ―murmuró, llevándose una mano a la frente en un gesto de malestar. A tientas, buscó su celular y comprobó la hora: casi media tarde. La habitación estaba silenciosa, y aunque estaba solo, había señales claras de que no había llegado así. La presencia de alguien más era casi palpable en el aire, aún cargado con el eco de risas y susurros nocturnos. Sin detenerse a reflexionar sobre las
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RECUERDOS NUBLADOS.
RECUERDOS NUBLADOS.―¿Quiere decir que no sabes quién fue conmigo al hotel?La voz de Zayd era baja, pero cargada de una intensidad que llenaba la oficina.―No señor. ―respondió el hombre, su cabeza inclinada en un gesto de sumisión. ―Usted me pidió que llevara a la señorita Mariam a su casa y me asegurara de que ella no se fuera con el americano, y eso hice.Zayd apretó el bolígrafo en su mano hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Desde que había salido del hotel no había hecho más que pensar en quién era la mujer que había llevado consigo. Había cometido un gran error, y ahora se sentía como la mierda. Un hombre de su posición no podía arriesgarse a involucrarse con cualquiera. Afortunadamente, recordó con un suspiro de alivio, habían usado protección. Pero eso no eliminaba el riesgo por completo ni la curiosidad que lo carcomía.―Quiero que investigues. ―le ordenó Zayd a su subordinado, con una voz que no admitía réplica. ―Mira los videos de las cámaras y recopila toda la
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ENFRENTANDO A LA TÍA.
ENFRENTANDO A LA TÍA. Ante la imponente fachada de la casa, Elara sentía cómo el pasado y el presente se entrelazaban en un nudo en su estómago. Nathaniel, a su lado, era la personificación de la determinación, su mano en la de ella un ancla en la tormenta que se avecinaba. ―Recuerda. ―dijo Nathaniel, mirándola fijamente. ―hoy recuperamos lo que es legítimamente tuyo. No estás sola en esto. Justo entonces, Jonathan llegó con paso decidido, su presencia era tan imponente como la de Nathaniel. ―Es hora. ― anunció. Nathaniel asintió y, antes de avanzar hacia la puerta principal, hizo las presentaciones. ―Elara, él es Jonathan, casi un hermano. Jonathan extendió su mano con una sonrisa franca. ―El placer es mío. Y ahora que has logrado atrapar a Nat, me vendría bien hacerme amigo de la mujer que ha conquistado su corazón. La risa de Elara surgió natural, un sonido cristalino que parecía desafiar la gravedad del momento. Jonathan le devolvió la sonrisa con un brillo en los ojos, pe
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LECCIÓN APRENDIDA.
LECCIÓN APRENDIDA.Roberta miró las fotografías una a una, sus ojos estaban llenos de incredulidad y sus manos temblaban incontrolablemente.―Esto… esto es una violación a mi vida privada. ¡¿Cómo… cómo se atreven?!―El cómo no importa, tía. ―la interrumpió Elara con firmeza. ―El caso es que si no quieres que mi tío sepa que le has estado poniendo los cuernos, será mejor que colabores y te vayas saliendo cuanto antes de mí… ―enfatizó la palabra “mi” ―… casa.Roberta negó con la cabeza, rehusándose a aceptar la situación.―No, ustedes no pueden chantajearme así, ¡no voy a caer en su juego!Nathaniel se encogió de hombros.―Bien, entonces veremos cómo reacciona su marido cuando sepa que no solo ha estado acostándose con su hermana, sino que también es miembro de un clandestino club de sexo.Elara se cruzó de brazos y le dio una sonrisa burlona a su tía.―Qué desfachatez, tía. ¿Esas son tus tardes de té?Roberta apretó los labios, consciente de que su secreto estaba al descubierto. Nunca
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LECCION APRENDIDA (II)
LECCION APRENDIDA (II) Roberta y Eliana caminaron con nada más que sus ropas hacia la puerta, pero Elara las detuvo. ―Un momento. ―ordenó, y estas se detuvieron. ―¿No fui clara, tía? Te dije que irías como llegaste. Roberta frunció las cejas y miró a Elara sin entender. ―No, me estoy llevando nada, ¿es que no ves? ―Si te llevas algo. ―Elara señaló sus ropas. ―eso también fue comprado con mi dinero. Los ojos de Eliana y Roberta se abrieron como huevos fritos. ―¿Y cómo pretendes que nos vayamos desnudas? ―Si es el caso, sí. ―dijo Elara tranquilamente. ―¡Estás loca! ¡Eso es demasiado, no tienes derecho! ―Tú eres la que no tienes derecho a beneficiarte de mi dinero, Roberta ―dijo Elara con dureza. ―No hables de derechos, porque sales perdiendo. Lo que estoy haciendo es nada comparado con lo que tú me hiciste a mí. Así que empieza a quitarte la ropa y luego puedes largarte. Jonathan le dio una mirada a Elara y esta entendió el mensaje; no podía extralimitarse, entonces tuvo una i
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SECRETOS DE LA ELITE.
SECRETOS DE LA ELITE.Al día siguiente, el grito de Eliana casi hizo temblar las paredes de la habitación del hotel donde se encontraban Roberta y su hija.―¡Mamaaaaaaa! ―La mujer miraba el teléfono en su mano con la respiración agitada y los ojos llenos de incredulidad.―¿Qué pasa, hija? ¿Por qué gritas así?―¿Por qué? ¿Quieres decirme por qué hay fotos de ti y mi tía Andrea besándose? Y otras… otras…Eliana le mostró el teléfono a su madre. Roberta palideció y su corazón casi se detuvo un segundo, no pudo salir una palabra, sus ojos se quedaron fijos en la fotografía delante de ella.―¿No vas a decir nada? ¿Qué demonios es esto, mamá? Un montaje, ¿verdad? ¡Tiene que ser eso!―Hija… sí… seguro… ―las palabras de Roberta salían entrecortadas.―¿Por qué, mamá? ¿Quién hizo esta broma de mal gusto? Tú y la hermana de papá, por favor. ―Eliana dijo divertida. ―eso no es posible… ¿Verdad?Sin embargo, la expresión de Roberta hablaba por sí sola y Eliana supo en ese instante que no se trataba
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