Juan estaba de pie, alto y frío, habló en voz indiferente: —Por favor, llamen a mi esposa.Las enfermeras instantáneamente se quedaron en silencio.Mostraron decepción, mirando hacia la mujer, que era fría pero hermosa.Pensaban que los dos eran perfectos el uno para el otro.Salieron uno a uno, mirando a Lorena, —Señora, su marido le llama.Lorena levantó la mirada inexpresiva, «¿Marido? ¿Juan está loco?»Entró y preguntó: —Juan, ¿dónde está mi marido?Juan le dirigió una mirada sonriente, —Aquí.—No digas tonterías. Tengo que casarme en el futuro. —se quejó Lorena.Juan se desencajó, «¿Con alguien quiere casarse? Solo conmigo, ¿no? ¡Esta mujer sí que me cabreaba a todas horas! Pero está bien, ¡puedo perdonarla!»—Tengo la mano herida. ¿Me dejas aquí solo? —le preguntó Juan mientras le levantaba la muñeca hinchada..Lorena habló: —No te preocupes.En ese momento, entró el decano Domingo con varios especialistas.—Señorita Suárez, señor López.Juan se quedó helado al ver
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