La madrugada se extendía como un manto helado sobre el campo de entrenamiento, donde el aire fresco cortaba como un cuchillo. La bruma se alzaba del suelo, envolviendo a los presentes en un abrazo gélido que parecía susurrar secretos de la noche. Britney, con su uniforme ajustado y la mirada fija al frente, se encontraba alineada junto a sus compañeros, todos en perfecta formación, como soldados de un ejército perfectamente disciplinado.Frente a ellos, su instructor se paseaba con una presencia imponente. Su figura se recortaba contra el cielo grisáceo, y sus ojos, como dos faros penetrantes, escaneaban a cada uno de los reclutas. La tensión en el aire era palpable; cada mirada que lanzaba parecía cargar un peso abrumador, como si cada uno de ellos estuviera siendo evaluado en ese instante. Britney sintió un escalofrío recorrer su espalda, no solo por el frío, sino por la presión que emanaba de aquel hombre.A unos pasos de distancia, en una fila separada, estaban los nuevos agentes,
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