—¿Tienes tantos? —preguntó Adrián, sorprendido, mirando toda la ropa de Draco que ella había dejado en su cama y sofá. Había una sonrisa engreída en sus labios mientras él movía las cejas.Adrián le había dicho dos veces que abandonara la idea de subastar su ropa y a la tercera le dijo que no podía hacerlo porque Draco nunca le daría sus prendas. Sonaba absurdo como pedirle a alguien que le diera tu ropa y aquí estaba ella con toneladas de ella.—Me subestimaste, Adrián. ¿Quieres decir algo más? —ella reflexionó y él le frunció el ceño.—¿Qué le dijiste exactamente? —preguntó Adrián.—Bueno, dije: ¿puedes por favor darme algo de tu ropa? Y luego batí mis pestañas así y él me miró boquiabierto, así que miré hacia abajo vacilante y él se derritió, agarró toda la ropa que tenía en las manos antes de dármela, fácil y fácil exprimido él limón —sonrió y Adrián la miró estupefacto.¿Ella batió sus pestañas hacia Draco y él se derritió? ¿Qué? Eso sonó surrealista. ¿Draco escuchándola? Casi so
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