—¿No te quiso hablar, cierto? —Einar no se movió, pero sus ojos como nunca se movieron por una fracción de segundo y eso fue suficiente para dejarlo en evidencia. Nancy dibujó una enorme sonrisa en sus labios. —He vivido contigo por veinte años, te conozco más que nadie en el mundo... te he visto hacer cosas infames, te he visto derrotar a grandes empresarios, a personas peligrosas. Te he visto pasar por un lado y matar de miedo a todos los presentes... He visto que con solo una mirada sin necesidad de hablar obtienes lo que quieres, y nunca en mi vida pensé verte aquí, en mi habitación pidiéndome ayuda para controlar a una chica de diecinueve años, con una inocencia de un niño y un corazón tan bondadoso que hace cualquier cosa que le pidas. —Einar se tensó a tal punto que dejó de respirar. —¿Qué sucede, demonio? ¿Acaso no puedes con un ser tan puro como ese? ¿O es que simplemente estás sintiendo cosas que juraste no sentir nunca? —Einar dio media vuelta. —Las quiero abajo en veinte
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