—Leviatán, creo que ya puedes salir. —Leviatán salió del baño con el móvil en la mano y en alta voz. —Que hable. —Ordenó alzando el aparato. —Papá... por favor, papá... —El color de Mustafh asemejó al de un cadáver en la morgue. —¿Qué han hecho con mi hija? —Se desesperó. —¡¿Qué han hecho?! —Verás, siempre sospeché de ti y le hablé a Leviatán de ello, él amablemente me dio cierta información de ti y uno de sus hombres enamoró a tu hija. ¿Está en América del Sur? Sí, es en América del Sur. —Afirmó a su propio cuestionamiento. —La cosa es esta, tu esposa en este preciso instante le está abriendo la puerta al hombre que la sacará del país, es tu decisión. ¿Ir con mi abogada y pasar todas tus acciones a mi nombre e ir por tu esposa o pasar de todo esto y unirte a MacLeod? —Mustatfh no daba crédito a todo lo que estaba escuchando, ¿cómo es que él ya lo tenía todo planeado? —Está bien, haré lo que me pidas, pero por favor, dejen a mi esposa y a mi hija fuera de esto. —Einar miró a Levi
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