Delicia mostraba una serenidad imperturbable en su rostro, sin darle importancia a que Carmen Jimenez la pusiera en apuros delante de tanta gente. Alvaro, por su parte, sostenía firmemente la mano de Delicia. —¡No tengo nada que ver con ella! —exclamó. La ya tensa expresión de la anciana se oscureció aún más al oír estas palabras de Alvaro, sintiéndose avergonzada frente a todos.Delicia, con una sonrisa, intervino: —Señorita Solís es una dama distinguida. Alvaro, siendo un hombre casado, no debería buscarla a solas, podría arruinar la reputación de la joven, ¿no es así?Su comentario, aunque parecía casual, golpeaba fuertemente a todos los implicados.El padre de Valentina, Sergio Solís, quien acababa de presentar un regalo a la anciana y deseaba conversar un poco más, especialmente al escuchar que la anciana había sugerido a Alvaro buscar a Valentina, entendía ahora la postura de la familia Jimenez. Pero, ¿quién hubiera imaginado que la señora Jimenez, a punto de divorciarse, dir
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