Y vaya que sí pasó, él la vio, la vio y la detalló muy bien. De inmediato quedó prendado de esas poderosas curvas, de esos ojos fulminantes y alegres, de esa forma reservada de ser, cayendo como hoja seca a sus pies, resbaloso y pegadizo ese magnetismo de su femineidad, sobre todo el de su madurez.
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