Cuando dio media vuelta dispuesta a salir, William la tomó por la muñeca, deteniéndola, y antes de que ella pudiera decir algo, la atajó. —Quédate… No me puedes dejar así. Ahuyentaste a toda la servidumbre. ¿Quién estará al pendiente de mí el resto de la noche? —dijo sin verla a la cara—. Eres mi e
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