Después de decir esto, abrió la puerta y salió del coche.Luis, sin importarle su estado desaliñado, la siguió, pero Dulcinea caminaba rápido, y pronto se metió en una camioneta negra al otro lado de la calle...El vehículo negro brillaba con reflejos multicolores bajo las luces de neón.Su Dulci estaba sentada dentro del coche, sin una pizca de nostalgia en su rostro. Quizás él se había equivocado, pensando que podría amenazarla con Sarah, olvidando que su Dulci ya no era la niña de antaño.¡Era capaz de apuñalarlo sin piedad!¿Y qué era Sarah en comparación?Luis se quedó de pie en la oscuridad de la noche, sumido en pensamientos durante mucho tiempo. Finalmente, volvió a su coche y se sentó, sin preocuparse por sus pantalones empapados, se acomodó en el asiento del conductor y encendió un cigarro, pensando en Dulcinea.En lo que duró el cigarro, puso el coche en marcha y se fue.Sarah, con un vestido ligero y tacones de diez centímetros, corría detrás, llamándolo:—¡Señor Fernández,
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