Ana no se dirigió directamente a casa, sino que se quedó sentada tranquilamente, reflexionando sobre los eventos de la noche.Ya tarde, cuando estaba a punto de irse, una figura familiar apareció frente al coche: Alberto.A pesar de la hora, él seguía elegante, vestido con un traje de corte británico.Desde el otro lado del cristal, él la observaba en silencio; probablemente, en ese momento, ya se habían caído todas las máscaras entre ellos, estableciéndose un entendimiento tácito con sus miradas.Ana clavó sus ojos en los de él, brillantes de emoción, y entonces, pisó el acelerador.Alberto permaneció inmóvil, observando cómo el coche blanco avanzaba hacia él, con una expresión de compleja resignación en su rostro…Nadie conocía los años de lucha que él había enfrentado.Se había enamorado de Ana, la esposa de otro hombre.En realidad, había tenido muchas oportunidades de destruir a la familia Fernández, pero nunca se atrevió… porque su amor por Ana, la mujer que no debía amar, lo ret
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