Después de tanto revuelo, las heridas en el rostro de María se contaminaron con sus lágrimas, volviéndose un poco inflamadas. Bajo el efecto de la inflamación, su mente se volvió confusa, y en poco tiempo, su frente ardía, su boca estaba seca y comenzó a tener fiebre.Yaciendo débilmente en la cama, gemía y sollozaba constantemente, murmurando incoherencias: —Papá, ¿por qué no me quieres? ¿Por qué? No tengo hogar, ya no tengo...—Manuel, eres un bastardo, un maldito que se aprovecha de la desgracia… —ella estaba tan afectada por la fiebre que su juicio estaba nublado. Con la piel pálida y demacrada, cerraba los ojos y sollozaba suavemente, como un gato abandonado cruelmente por su dueño, llorando desesperadamente una y otra vez.Manuel estaba de pie junto a la cama, con sus ojos profundos fijos en ella, la expresión estaba impasible como siempre, sin revelar sus verdaderos pensamientos.Luego, Manuel abrazó con suavidad a María, la llevó rápidamente al asiento trasero del coche y la co
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