—Cariño, sé paciente, espera a que me dé una ducha y vuelvo.Nicolás, ansioso, se quitó la camisa y los pantalones, dejándose solo unos bóxers, y entró apresuradamente al baño. Cuando entró, no cerró bien la puerta de la habitación, y el sonido del agua resonaba fuertemente, llegando a los oídos de María.—Qué calor… necesito agua.María estaba tan sedienta que casi inconscientemente se levantó de la cama. Después de tambalearse un poco al bajar de la cama, se dirigió hacia el sonido del agua.—¡Ring, ring! El estruendoso timbre del teléfono móvil estalló de repente en sus oídos, sonando continuamente durante mucho tiempo. Era demasiado estridente.María se tapó los oídos, con la mirada borrosa, encontró el teléfono que sonaba sin cesar en la mesita de noche y lo deslizó de manera descuidada. El teléfono, frío como el hielo, le dio una sensación de frescura. Con voz soñolienta, colocó el teléfono junto a su oído y murmuró: —Qué ruidoso, ¿quién eres?Al otro lado del teléfono, al escuc
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