Hace tres años, ella estaba ciega de amor por él.Después de que Manuel hizo un gesto para que Samuel se fuera, extendió los brazos y la abrazó, sus labios delgados rozaron su lóbulo rosado mientras susurraba suavemente: —¡Lo malo ya pasó! Esa era su ternura.María respiró profundamente, su bolso cayó silenciosamente al suelo mientras sus delicados brazos se envolvían detrás de él, rodeando su fuerte cintura. Con los ojos cerrados, se apretó firmemente en el cálido abrazo de Manuel, sus mejillas se volvieron carmesíes bajo la temperatura ardiente de él, murmurando suavemente: —Nicolás, ya no lo amo, ¡gracias a ti!Probablemente, me había enamorado un poco de ti. María apretó los dientes con determinación, reuniendo el coraje de todo su cuerpo, pero estaba tan vergonzosa que no pudo pronunciar esas palabras. La próxima vez, cuando tuviera el coraje suficiente, se lo diría. Pero no sabía que al perder esta excelente oportunidad, pasarían años antes de que pudiera encontrar el ánimo par
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