Alondra no era tonta, ella sabía que Iker al igual que sus padres pertenecían a un club de bdsm. Ella no era tan ingenua como quería aparentar, por lo que sabía que mientras más alejara a su guapo esposo, más a salvo estaría su matrimonio. Ella erróneamente creía que la mujer que el quería pertenecía a ese mundo y por eso sentía celos. Los celos de Alondra eran infundados y se debían a qué ellos no tenían intimidad. Con la reputación que tenía su esposo ella estaba más que segura de que él tendría una amante pese a las amenazas que su propio padre había hecho. ¿Qué hombre guapo, joven y con tan buena reputación sexual permanecería en celibato? No creía que existiera alguno, tampoco su esposo. Ella había comenzado a cocinar para cuando él llegaba de trabajar y aunque se esforzaba, él siempre ponía pretextos para mantenerse alejado. Muchas veces criticaba negativamente lo que ella con tanto esfuerzo había preparado y por eso no se desanimaba, sino todo lo opuesto. Alondra aún más se e
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