- Tengo... Tengo fiebre -expliqué-.- Alteza, ¿quiere que se lo digamos a su criada? ¿O que llamemos a un médico?- No hace falta. No quiero molestar a nadie. Pero gracias.No tenía nada mejor que hacer. Me quedé allí un rato, mirándoles trabajar mientras esperaba a que el té hiciera efecto. En cuanto lo bebí, sentí calor. Pero luego volvió el frío y me di cuenta de que la fiebre no había desaparecido. Y no quería tener que llamar al médico, ya que no estaba en casa.Subí a mi habitación, decidida a darme un baño caliente. Mientras caminaba por el pasillo de la cuarta planta, vi reflejada en el suelo la luz de una puerta abierta, que estaba en el lado de los huéspedes. Me acerqué y, al mirar por la rendija de la puerta, vi a la reina llorando.Tragué saliva, sin saber qué hacer. Pero estaba amaneciendo. Y si estaba allí, llorando, algo había pasado.Llamé a la puerta y dije:- ¡Disculpe, Nair!- ¡Aimê! - Ella se secó las lágrimas y sonrió.Entré, aunque ella no me había invitado. La r
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