Lo curioso era que yo prohibía a toda mi familia que me llamaran "monstruito" a medida que crecía. Pero cuando Catriel me lo decía, yo quería que siguiera hablando durante horas, porque aunque sabía que era en tono de burla y para provocarme, no dejaba de ser tiempo que perdía conmigo.- ¿Vas a quedarte aquí y dejarme en paz? - Dijo Laila mientras salía por la puerta, cruzándose de brazos en tono exigente.Catriel se levantó rápidamente, dejando caer al suelo el frasco de loción para después del sol.Se fue sin mirar atrás, entrando con Laila. Tomé la loción y comencé a aplicármela en las piernas, que también me ardían. Pronto vi las luces del castillo del País del Mar y la isla, feliz de estar de vuelta.Nada más desembarcar, Max nos estaba esperando. Pude ver en sus ojos que estaba furioso y también por la corbata abierta y los dos botones de su camisa.Me vio y vino directo hacia mí, exigiendo una respuesta firme:- ¿Por qué te fuiste de la isla sin mí?- No fue culpa suya, Max. Fu
- Tengo... Tengo fiebre -expliqué-.- Alteza, ¿quiere que se lo digamos a su criada? ¿O que llamemos a un médico?- No hace falta. No quiero molestar a nadie. Pero gracias.No tenía nada mejor que hacer. Me quedé allí un rato, mirándoles trabajar mientras esperaba a que el té hiciera efecto. En cuanto lo bebí, sentí calor. Pero luego volvió el frío y me di cuenta de que la fiebre no había desaparecido. Y no quería tener que llamar al médico, ya que no estaba en casa.Subí a mi habitación, decidida a darme un baño caliente. Mientras caminaba por el pasillo de la cuarta planta, vi reflejada en el suelo la luz de una puerta abierta, que estaba en el lado de los huéspedes. Me acerqué y, al mirar por la rendija de la puerta, vi a la reina llorando.Tragué saliva, sin saber qué hacer. Pero estaba amaneciendo. Y si estaba allí, llorando, algo había pasado.Llamé a la puerta y dije:- ¡Disculpe, Nair!- ¡Aimê! - Ella se secó las lágrimas y sonrió.Entré, aunque ella no me había invitado. La r
- I... Me siento halagado, Nair -dije con torpeza-.- Tú... Has devuelto la vida a este lugar.- Pero... Había vida antes de mí, Nair. Tus hijos... Están llenos de vida. E... Tal vez tengas... Una nuera... ¿Guay? - Quedé completamente confundido, incapaz de decirle que seguramente tendría una nuera y un yerno, elegidos por Catriel.- ¿Una nuera? - Se rió. - Sin duda tendré dos. Te confieso que al principio tenía muchas ganas de que Catriel y vos se juntaran. Pero por desgracia no funcionó. Aun así, al casarte con Lucca, serás mi nuera favorita.Me mordí el labio sin poder evitarlo:- Te diste cuenta que Catriel... se pinta las uñas y usa... ¿Sombra en los párpados?La reina se puso seria y arrugó la frente, confundida. Al rato se echó a reír. Me levanté de su regazo, ya que su cuerpo se movía demasiado. Entonces empezó a llorar... Pero era de la risa. Tardó un rato en recuperarse:- Estás insinuando que mi hijo... - Ella seguía luchando por hablar, intentando dejar de reír.- No insin
Charlamos un rato sobre asuntos sin importancia hasta que atravesé el vestíbulo, siendo saludada por todo el que se cruzaba conmigo. Me felicitaron por mi vestido y lo compararon con el de la duquesa. Me encontré mirándolo sola, mientras bebía toda el agua de mi vaso. Me encontré sonriendo para mis adentros, ya que no había comparación.Me detuve a mirar una obra de arte en la pared, intentando reconocer al artista, aunque no sabía muy bien cómo separar a los famosos de los principiantes.- Es una obra de Jackson Pallock. - Oí la voz de Duke Cappel a mi lado, mirando en la dirección de mis ojos.- ¡Preciosa! - comenté, incapaz de identificar la intención del artista al pintar, aparte del montón de pintura que ocupaba aleatoriamente el lienzo.- Es uno de los artistas que más ha explorado el "dripping". Sus composiciones son abstractas, con líneas enmarañadas y patrones impredecibles.- Parece que entiende bien las obras de arte. - Le miro, fijándome en su traje gris claro, casi del mi
Nada más entrar en el retrete, me miré en el espejo. Mi cara seguía muy roja y el carmín había desaparecido de mis labios. Estaba pálida... Y nostálgica. Quizá no tenía nada más que hacer en el País del Mar. Podía firmar un acuerdo con el rey Colton para importar marisco de su país, sin tener que casarme con uno de sus hijos para sellarlo. De hecho, tanto el rey como la reina contaban con toda mi simpatía.Respiré hondo, intentando no llorar. Me enjugué los ojos, tratando de confundirlos. Como eran listos y se dieron cuenta de que no eran lágrimas, insistieron en derramarlas. Bajé la cara al lavabo y me llené la mano de agua, salpicándome toda la cara. Cerré los ojos y cuando los volví a abrir vi a Catriel parado detrás mío, ofreciéndome una toalla de papel.Cogí la toalla que me ofrecía, sin volverme hacia él, y la arrugué, tirándola a la papelera y cogiendo otra, me limpié la cara.- Estás perjudicando a la naturaleza al desperdiciar papel. - Se rió.- No me jodas. ¿Qué quieres aquí
- No te esperaba. - dije rápidamente, antes de que pensara que me había tomado la molestia de asegurarme de que no se había echado un polvo rápido con la duquesa en la mansión Cappel.- ¡No dije nada, Alteza! - Catriel sonrió y se fue, metiéndose las manos en los bolsillos y con cara de tranquilidad.Tragué saliva y regresé al salón, sabiendo que no podría concentrarme en nada más durante el resto de la velada, excepto en aquel hombre que estaba agitando cada célula de mi cuerpo de una forma que jamás hubiera imaginado que ocurriría.Durante la cena, por mucho que intentara controlarme, mis ojos buscaban los suyos todo el tiempo. Y la mayoría de las veces, aquellos azules coincidían de una forma que me dejaba completamente atónita ante lo que estaba sucediendo.Intenté mantener una conversación de más de cinco minutos con alguien, pero era casi imposible. Estaba confuso y me sentía extraño. Cuando volví a Alpemburg, visité a mi médico y me anticipé a las pruebas rutinarias. Quizá tuvi
Se me revolvió el estómago de inmediato. Lucca apareció con una sonrisa:- ¿Estás bien, Aimê?Asentí con la cabeza, incapaz de decir una palabra y a punto de vomitar si me arriesgaba.- Mamá dijo que no se sentía bien. Todo está listo para que partamos de regreso al castillo. ¿Nos vamos?Tomé la mano que me ofrecía y me fui sin siquiera despedirme de la duquesa, sintiéndome destruida por dentro.Tenía que odiar a Catriel Levi Mallet aún más de lo que ya lo odiaba. Sólo quería destruirme y ni siquiera podía imaginar por qué.Conduje en silencio de vuelta al castillo. Apenas bajé del auto, Max se me acercó:- Su Alteza, ¿está todo bien?- ¿Qué carajo? ¿Por qué todos me preguntan si todo está bien? - Exploté. - ¿No puedo vivir en paz ni un solo minuto?Lo dejé allí y entré en el castillo, subiendo corriendo las escaleras hasta mi habitación. Cuando llegué, me quité el vestido, rasgando parte de él, sin paciencia para quitármelo con cuidado. Y en el baño dejé que las lágrimas me embargara
- Fue... Exactamente como debía ser.- Creo que estaré marcado con esta pintura por el resto de mi vida.- ¡No lo estarás! - me aseguró. - Es pintura al agua. Se quita en la ducha.- La otra tardó siglos en quitarse... Me quemaba la piel al quitarla.- Como sé que hay un monstruito en el castillo, dejé a su alcance pintura infantil. - Sonrió. - Ya estaba temiendo que me pintaran.- Qué bien... Que sepas lo molesto y... Digno de recibir pintura en la cabeza... - Sonreí, intentando limpiarme la cara.- Cuanto más la toques, más se extenderá... - bromeó, pasando el dedo por mi mejilla, pareciendo dibujar algo.- ¿Qué has hecho? - arqueé una ceja, curiosa.- Una "C" en la mejilla.- C?- C de Catriel.- ¿Me estás marcando? - Di un paso atrás, furiosa. - ¿Qué te crees que soy?Me señaló los pechos:- Ya estáis marcada, Alteza. Ya es demasiado tarde.Fui hacia él y le dibujé la A en la mejilla, vengándome, mientras reía divertida, ya que Catriel no se defendió.- ¿Hay algún otro lugar que q