Esperanza se emocionó cada vez más y comenzó a toser sin parar, atragantándose con la saliva.Dafne, preocupada, le dio palmaditas en la espalda y le reconfortó suavemente:—Nunca te abandonaré. Te quiero tanto, ¿cómo podría abandonarte? Espi, es mi culpa. Nunca hablaremos de este tema en el futuro, ¿de acuerdo?En ese momento, Hans entró a la habitación desde afuera y dijo:—Tu mamá y yo siempre estaremos contigo.La voz tranquila y decidida del hombre fue como un fuerte tranquilizador para las dos. Al escuchar esto, Esperanza dejó de llorar de inmediato. Un poco atónita, Esperanza preguntó:—Papá, ¿no estás mintiendo?—No.La niña hizo un gesto con la mano y exclamó:—¡Papá, ven aquí! Hans se acercó a la cama y la niña tomó las manos de ambos, luego las unió. Les enseñó con tono muy serio como si fuera una adulta:—Entonces, ustedes dos hagan las paces, ¿de acuerdo? No peleen más en el futuro, ¿vale?—Esperanza…Dafne quiso decir algo, pero se detuvo.Hans tomó la mano de Dafne en r
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