En medio de tanta gente, con los niños mirando y dos ancianos presentes, Antonia se sintió avergonzada al límite y empujó a Manuel.—¡No seas impertinente, aléjate de mí!— exclamó.—Está bien, me alejaré. Pero, señora, no puedes seguir llorando. El médico ya lo dijo, si sigues llorando, podrías term
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