Sinclair lo interrumpe: "Te lo explicaré más tarde, tenemos que salir del bosque". Se levanta, me acuna en sus brazos y yo sollozo en su cuello. "C-c-cachorro". Gimo. "Lo m-maté". "Shh, pequeña", ronronea Sinclair, pero puedo escuchar la pena en su propia voz. "Vamos a llevarte a un lugar seguro. Joder, estás helada". Sale corriendo, y de repente entiendo cómo ha llegado tan rápido hasta mí. Incluso cargándome y corriendo en dos patas, él y sus hombres son cinco veces más rápidos que un huma
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