Matilda asintió tímidamente y se acercó al auto, diciendo suavemente: —Leo, todos te están esperando. Deberías bajar.Dentro del coche, los dos estaban en un enfrentamiento silencioso cuando, de repente, escucharon la voz deliberadamente tierna de Matilda. Natalie no pudo evitar fruncir el ceño y se le puso la piel de gallina por todo el cuerpo.A continuación, miró a Leonardo con sorna y, tratando de imitar el tono de Matilda, pronunció: —Leo, tu amor te está esperando. ¿Puedes soltarme, por favor?Leonardo apretó los dientes y le espetó: —¡Habla con respeto!Natalie rodó los ojos. —Ahora que estás agarrando mi mano, no veo por qué debería mostrarte respeto.Después de unos segundos de silencio, Leonardo soltó el agarre y, fríamente, le dijo: —Bájate.Natalie abrió la puerta y salió del coche. Fuera del coche, Matilda había estado llena de timidez y expectación, pero en cuanto vio a Natalie, su rostro se puso pálido.—¡¿Qué haces aquí?!¡Natalie había ido con Leonardo!¡Qué mujer desp
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