Mientras hablaban, la hoja decapitadora de trueno reapareció en la mano de Simón, envuelta en relámpagos y estallando en mil truenos. Simón, con la velocidad del rayo, se abalanzó hacia Gonzalo, girando locamente alrededor de él y lanzándole furiosos cortes.En este momento, Gonzalo se resistía con el Escudo Celestial de Penitencia, mientras usaba la Espada de Sangre para bloquear a la izquierda y a la derecha. Sorprendentemente, no se encontraba en desventaja. Alrededor de los dos, la lucha creaba grandes destellos eléctricos, niebla de sangre, y la energía espiritual se agitaba, convirtiendo la zona en algo parecido al infierno. Todos mantenían una distancia segura y prudente, temerosos de que incluso la más mínima exposición pudiera poner en peligro sus vidas.Esta terrorífica batalla continuó durante cuatro o cinco minutos más. Parecía que Gonzalo ya no podía contenerse y rugió: —¡Cómo te atreves, hormiga, a profanar el poder de los dioses!—¿Qué pasa, no puedes ganar y te pones
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