—¡No me lo creo! Definitivamente hay algo entre ustedes dos— dijo Ricardo con una sonrisa maliciosa.Felipe le lanzó una mirada fulminante a Ricardo, quien riendo aún, le dijo:—Bueno, Bueno. Ya no te molesto más, pero en serio… Tu esposa no está nada mal, es bonita, tiene buen cuerpo —asentía con la cabeza también—. ¡Es encantadora!¿Qué no te gusta de ella? ¿O acaso no te gustan las mujeres?Felipe lo miró de nuevo con desdén y sacudió la ceniza de su cigarrillo:—La persona con la que quiero casarme no es ella. Ricardo, sorprendido, preguntó:—¿Tienes a alguien más en mente? ¿Desde cuándo tienes a alguien? ¿Cómo no lo sé?Felipe no respondió, y Ricardo siguió insistiendo:—Ya sé, ¿es aquella niña de hace más de diez años? Recuerdo que cuando te salvaron y fui a verte, hablaste de una niña y dijiste que te casarías con ella cuando creciera. Pensé que era una broma, ¿no será ella, verdad?—¡No!—Felipe dijo dos palabras y dejó de prestarle atención a Ricardo, dejando en duda
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