Los días nublados eran normales en Bowen Island en Vancouver, sin embargo, aquella tarde en particular, una densa neblina descendió sobre el lugar provocando sensaciones, temor, frío y soledad. Zaira Duhé miró por la ventana, la impresión de que algo acechaba allá afuera le erizaba los cabellos de la nuca. Continuó preparando su café; era su costumbre tomar una taza de café bien caliente durante las tardes para apaciguar sus pensamientos. Con la taza humeante entre sus manos se dirigió a la mecedora frente a la chimenea. El crepitar del fuego y sus pasos eran los únicos sonidos que llenaban la habitación hasta que unos golpes en la puerta se dejaron escuchar. — Ese Tim, ya le he dicho que no salga cuando la niebla está así, un día de estos va a terminar perdiéndose. Viejo terco — se quejó Zaira. Dejó su taza de café sobre la repisa de la chimenea y fue a abrir la puerta dispuesta a darle una fuerte reprimenda a su viejo conocido y lo más cercano que tenía a un amigo. Tim. — Estás l
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