Elijah deja pequeños besos por mi cuello, alabandome como si fuera un dios, la comodidad de estar entre sus brazos es simplemente única, y es que nunca antes alguien me había querido como él lo estaba haciendo. — Vamos a la habitación por favor. — Elijah no dejaba de manosear todo mi cuerpo, y yo estaba encantada con ello, sin embargo debía detenerlo. — Espera… — Lo alejo un poco de mi. — Dijiste que veríamos a tu padre. — Mi padre puede esperar. — Vuelve a acercarse a mi, pero lo detengo. — Vamos con tu padre, me enseñas todo este lugar y luego tendremos lo que más anhelas. — ¿Me lo prometes? — Elijah, uno de los tipos más rudos e intimidantes que he conocido, hace un puchero con su labio inferior como un niño pequeño. — Claro que te lo prometo. — Pellizco suavemente sus mejillas, pero debía pensar que le diere cuando llegue el momento. — Entonces vamos a salir de esto de una vez por todas, ya necesito sentirte. Elijah tira de mi brazo apresurado, lanzó una carcajada y lo
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