Al día siguiente. Marcus bajó del auto, y abrió el primer auto, ayudó a Margaret a bajar, sonrió al verla. —Te ves hermosa, cariño. Margaret sonrió emocionada. Luego, Marcus fue a abrir la siguiente puerta, su hija bajó, sus ojos se humedecieron, sonrió. —Te ves como una princesa, te amo. —Papito, no me hagas llorar. Él asintió. —¿Están listas? Margaret y Evangelyn tomaron sus manos, se miraron nerviosas, emocionadas, felices. —Muy listas, papá, es hora de entrar. Marcus se situó en medio de ellas, y las chicas tomaron sus brazos. —Muchas gracias por acompañarme al altar en un momento tan importante para mí. Marcus sonriò. —Yo estoy agradecido porque me permitas esto, cariño, después de todo, ahora ya eres mi querida hija también. Margaret sonriò dichosa, era cierto, los Ford la trataban como si ella fuese una más, tomaron su brazo. —Quiero que sean felices, que sepan que siempre que Dios me lo permita estaré aquí para ustedes, para apoyarlas o cuidarla, siempre pueden
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