Después de este episodio que la había llevado a quedarse en su habitación todo el día, Enza nunca había sido tan feliz como al saber que el jeque estaría ausente durante todo un día por asuntos de negocios. Finalmente, se sentía libre de poder respirar sin temor de verlo aparecer de la nada para atacarla. No podía negar sentir una inmensa tristeza por ese hombre. Su pasado estaba presente, crudo, inmutable, y no podía culparlo por ser desconfiado; sin embargo, se negaba a ser la representante de la imagen que él tenía de las mujeres. ¡Enza no era así, oh, eso no!Sin embargo, si se mostraba violento en sus amenazas, seguía siendo el extremo opuesto de Yussef. Su voraz odio hacia las mujeres estaba justificado, pero no la había tocado físicamente.—¿Cómo era Yussef? —preguntó Arik. Enza cerró el libro que estaba hojeando sin ni siquiera leerlo y encogió los hombros.—Arrogante, odioso, mucho más pequeño que el jeque, ninguna relación física, pero con la firme voluntad de convertirse en
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