— ¡Hari! — gritó de nuevo Kate, golpeando furiosamente sus puños contra la madera inflexible. —¡Mami está aquí, cariño, no te asustes!A través de la barrera podía oír a su hija sollozar de terror, sus gritos ahogados pero inconfundibles. El sonido atravesó a Kate como un cuchillo, provocando un pánico primario dentro de sus instintos maternales. Redobló su asalto a la puerta, golpeando hasta que sus nudillos crujieron y comenzaron a sangrar.El dolor se registró distante a través de la bruma del miedo y la desesperación. Lo único que importaba era llegar a su hija: tenía que proteger a Hariadne, tenía que abrazarla y asegurarle que mamá estaba aquí. La puerta se estremeció bajo el ataque pero se negó a moverse, burlándose de ella con su solidez.Kate gritó entre los sollozos que se le atascaban en la garganta, con la voz áspera.— ¡Hari, mamá ya viene! Te prometo que te sacaré, ¡solo espera! — Empujó con el hombro, pero fue como intentar atravesar cemento sólido. Sus golpes se volvie
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