76. SOFÍA
Sofía jugaba alegremente con su pequeño hijo, Javier, en el extenso patio de la mansión que se ocultaba entre los árboles de las afueras de Capitalia. La risa de Javier, tan inocente y llena de vida, resonaba en el aire, proporcionando un contraste marcado con la tensión que Sofía sentía en su interior. A cada rato, su mirada se desviaba hacia los rincones oscuros del patio, hacia las sombras que se movían con el viento. Había una sensación constante, un cosquilleo en la nuca que le decía que estaban siendo observados. Cada vez que giraba la cabeza, esperaba ver una figura desconocida acechándolos desde la penumbra, pero siempre se encontraba con los rostros familiares de los guardias de seguridad. Se recordó a sí misma que estaban allí para protegerlos, que su presencia era necesaria dado el peligro que los acechaba. Pero no importaba cuánto intentara razonar consigo misma, no podía sacudirse esa sensación de inquietud. "Debo acostumbrarme a esto", se dijo a sí misma, intentando
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