Aithana, se quedó pensativa por unos momentos, su esposo la abrazaba desde atrás, el le susurraba al oído todo lo que lo había hecho sentir la noche anterior cuando hicieron el amor, Drago, le estaba preguntando que si podían quedarse juntos por el resto de su vida — Dame tiempo, no me iré, te sigo amando, no sé si sea bueno o si sea malo para mí, pero me di cuenta de que te sigo amando tanto, me cuesta irme, todavía sigo necesitando tus besos y tus caricias, no puedo decir que estoy me gusta, debería de haberte dejado de querer, debería despeeciarte y odiarte, más... todavía no lo logró — No, Aithana, no me odies, sigue amándome, sigue siendo mía, yo te amó y soy tuyo, solo tuyo, tenemos tres bellos hijos, no desbaratemos este hogar, déjame curar tus heridas con mi amor — Ahhh... escuchá, me quedaré a tu lado, pero si vuelves a fallarme, me iré y no volverás a saber de mi nunca más, además te prometo que encontraré a otro hombre al que le daré todo lo que soy capaz de ofrecer
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