Durante aquella noche, dormí hasta la mañana siguiente, un sueño que no hubiera querido interrumpir de no ser por el rugir de mi estómago, hambriento y retumbante.Revoltosa, buscaba mi celular por todas partes, sin encontrarlo. Me resigné, seguramente ellas lo habían tomado, preocupadas de que alguna llamada perturbara mi sueño.Después de un rato, yaciendo en la cama y mirando fijamente al techo, la voracidad me ganaba.Me levanté de un salto, me aseé, y bajé a desayunar.Sonia, con cautela, se acercó y me preguntó en voz baja: —¿Por qué te pegó ella?—No es nada, no se preocupe— le respondí con calma, no quería alarmarla—, se enfurece hasta si me ve hablando con su hijo.—Mejor ignórala, su corazón no es puro y Dios no la bendecirá—me dijo con un suspiro, negando con la cabeza y tambaleándose hacia la cocina.Mientras desayunaba, reflexionaba sobre lo ocurrido el día anterior, todavía algo molesto.El golpe de Sofía me había hecho pensar. Quizás era el momento de arrebatarle a Patri
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