Clara era bellísima, incluso en su silencio o en sus lágrimas, su belleza resplandecía, despertando compasión en quienes la contemplaban.Fernando la llamó suavemente: —Señora, el jefe López la está esperando.Clara finalmente volvió en sí y se tocó el rostro empapado de lágrimas sin darse cuenta de que había vuelto a llorar.—Fernando, ¿acaso me veo fea en este momento?Fernando, quien había estado al lado de Diego durante muchos años y había visto a Clara radiante de vitalidad en el pasado, notó cómo, en tan solo dos años, se marchitó como una flor que no llegó a florecer por completo.—No, señora, sigue siendo hermosa, inigualable por nadie. —dijo Fernando mientras le entregaba una servilleta de papel.Clara secó sus lágrimas y dijo: —Solía odiar a las personas que siempre lloraban, sin embargo, sin darme cuenta, me he convertido en alguien que detesto. Al principio, no sabía por qué, pero ahora, me he convertido en una de ellas.Fernando la miró a los ojos, que escondían tristeza,
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