Suspiró, mientras, a través de la ventana del salón, veía como la lluvia se hacía presente una vez más. Sonrió, distraído, pensando en que jamás se había alejado del todo de aquella intensa sensación de humedad. Londres era exactamente igual que Waterford. Sin embargo, eran incomparables. Waterford tenía la magia del hogar.—Bren, ¿qué haces? —preguntó su madre, en tanto él se llevaba a los labios el vaso de brandy que acababa de servirse en el pequeño bar de su padre.—Pienso. —Suspiró, una vez más.—¿En qué piensas, cariño? —inquirió Erín, con curiosidad, acercándose él con una bandeja con bocadillos que acababa de preparar.—En todo y en nada a la vez.—Eso no es posible.—Claro que sí. No pienso en nada en concreto, pero pienso en todo.—Y, ¿cómo sería eso?Brendan tomó un mini sándwich de atún y se lo llevó a la boca, degustando con calma el sabor de aquel manjar, que nadie sabía preparar mejor que su madre, antes de responder:—Pienso en todo lo que me perdí al irme a Londres, p
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