A medida que los minutos pasaban el enojo de Jimena aumentaba y el culpable era Sánchez, ¿Cómo podía asegurar que ella pediría llegar más lejos? El oficial se negaba a irse, esa lucha de poder le daba sentido a su vida. Luego de su divorcio dejó que el trabajo absorbiera su tiempo y energía por completo, no podía ni pensar en otra cosa. El caso que más odiaba, el del violador, era también al que se había aferrado buscando no sentirse tan miserable. Le gustaba también pasar el tiempo con Jimena, no podría siquiera atreverse a negar eso. Ella tenía una respuesta para todo y aunque la mayoría de ellas solo eran evidencia de su molestia, le parecían refrescantes. En su matrimonio fue desde un perro faldero, un defensor y un cajero automático pero nada de eso le proporcionó diversión, mucho menos felicidad. Así se sintiera masoquista, estar con Jimena le hacía falta. Al menos ella no le mentía y le decía sus verdades de frente. Comenzó a pensar más en la oficial de mirada felina. No solo
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