238. SALVADOS
De a poco lo arrastran por toda la playa hasta colocarlo debajo de la balsa encima de unas bolsas de nailon, entre las dos sacan el botiquín de primeros auxilios y cómo pueden, le sacan la bala, le cosen la herida y se la vendan. —Iré a ver si consigo algunas ramas, aunque estén mojadas, tenemos que encender el fuego, mira a los niños están azules, debemos calentar agua y darles.—Está bien, no te alejes mucho.—Coge el arma y dispara sin miedo, es la vida de tus hijos, Bella.—¿Cómo sabes de todo esto, Marta?—No olvides que viví mucho tiempo en la calle, y luego en un orfanato, tenemos que aprender a sobrevivir. No te preocupes, papá nos encontrará, estoy segura.—¿En verdad crees que sobrevivió?—Sí, no me cabe la menor duda, está vivo y nos está buscando al igual que el abuelo, ya verás. En efecto, Santiago no ha dejado de buscarlas incansablemente, siguiendo la ruta de la enorme corriente que las arrastrara, pasan las horas sin que hayan dado con un indicio de nada que les se
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